En términos generales, el renting es la prestación temporal de cualquier bien mueble. En nuestro caso se aplica a vehículos.
En el sector automovilístico, el renting de coches se refiere al contrato a largo plazo por el que una compañía del sector pone a disposición del arrendatario (un cliente particular, autónomo o empresa) un coche de alquiler a cambio de que éste pague una cuota fija por utilizarlo. Esta cuota fija incluye las revisiones, ITV, seguro… y todo los gatos que suponen tener un coche.
Cuando el período de renting termina, el arrendatario tiene diferentes opciones: puede cambiar el coche por otro modelo, comprar el coche que tenía arrendado por el precio que tenga en ese momento en el mercado o dar de baja el servicio.
En el leasing, una entidad financiera adquiere el coche que desea el cliente y, posteriormente, se lo alquila a cambio de unas cuotas mensuales fijas o variables durante la vida útil del vehículo, sin incluir los gastos que origine el coche -el seguro, el pago de impuestos municipales, el de las revisiones mecánicas y la reparación de averías-. Todo estos gastos corren por cuenta del usuario. Sin embargo, en el renting, la compañía o financiera alquila al usuario el coche por una cuota fija durante un periodo de tiempo establecido, incluyendo todos los gastos que origine el coche, a excepción del combustible. Además, mientras que el leasing abarca toda la vida útil del coche, en el renting el periodo de alquiler es variable en función de lo que desee el cliente (en nuestro caso 36 meses), y una vez finalizado este contrato es posible cambiar el vehículo firmando un nuevo acuerdo de cesión.